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una alegría volver verte.
-Bienvenido a casa, Ian-dijo Madre, y todo repetimos: "Bienvenido,
bienvenido, bienvenido, tío Ian?.
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Tío Ian recorrió ceremoniosamente todo el círculo familiar repitiendo el
nombre de cada uno y demostrando que sabia quién era cada cual.
-Vaya, Pam, no he olvidado al pobre Monty; no pasa un día por ti,
querida, estás igual que siempre; Nellie, has madurado, creo que has
madurado; y quién es este... ¿Oswald? ¡Gran Deinoterio! ¿Tanto tiempo he
estado fuera? ¡Pero si ya eres un hombre, ¡Oswald! ¿Eh? ¿Tú eres Ernest?
Vaya, no pude recordar tu cara, amigo, pero recuerdo perfectamente tu
olor y creo que nunca lo olvidaré... es olor extraño, muy parecido al de
los elefantes cuando planean hacer alguna travesura. ¿Alexander?
¿William? Vosotros sois todos nuevos. Bien, bien, habéis encontrado un
sitio excelente aquí, no hay duda.
Entonces Padre llevó a Tio Ian a recorrer sus dominios y le enseñó todas
nuestras mejoras y progresos; y sobre todo, claro, el fuego.
-En China también lo tienen-dijo Tio Ian.
-¡Qué!-exclamó Padre-. ¡No lo creo!
-Sí, lo tienen-repitió Tio Ian-. Ellos son siempre los primeros en todo.
-¿Y pueden hacerlo?-preguntó Padre con ansiedad.
-No me extrañaría-dijo Tío Ian, pero Padre había percibido su vacilación.
-Apuesto a que no -contestó-. Tecnológicamente estamos muy por delante.
-Y dime, ¿tú puedes?-preguntó Tio Ian.
-No exactamente -dijo Padre-. Pero cuando terminemos la serie actual de
experimentos, espero poder anunciar...
-Si, por supuesto-dijo el Tio Ian, mientras se hurgaba con la lengua un
diente hueco-. ¿Cómo le va a Vanya?
-En los árboles-dijo Padre.
Obsequiamos a nuestro tío con las viandas más selectas de que
disponíamos: costillas de mamut, tajadas de calicoterio, ancas de caballo
y cebra, paletillas de cordero y cabeza de jabalí. De guarnición añadimos
sesos de babuino, huevos de cocodrilo y sangre de tortuga, que Tía Angela
recordaba como uno de los platos favoritos del recién llegado.
-Un banquete de primera -dijo por fin Tío Ian, cuando cayó de sus dedos
el último hueso-. No había comido tan bien desde Choukoutien.
-Eso es China, ¿no?-gruñó Padre. Tío Ian asintió.
Luego, claro está, hubo de contarnos la historia de sus viajes.
Amontonamos gran cantidad de ramas para alimentar el fuego; nos proveímos
de huesos para roer, varas para afilar, o, en el caso de as mujeres,
pieles para rascar y tendones para ovillar; y nos sentamos a su
alrededor. Fue un relato mágico que duró días y semanas; sólo puedo dar
aquí los huesos de este relato. Tío Ian fue el mayor viajero que conocí;
el ansia de vagabundeo era algo que llevaba en la sangre; había visitado
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casi todos los países del mundo y observado con gran penetración cuanto
había visto. No era extraño que hubiese tardado tanto en regresar.
-No tiene objeto ir hacia el sur en Africa-dijo-. Se llega a un país muy
hermoso pero que es un callejón sin salida, sin nada más que el mar
después. Es un lugar atrasado, y la gente está muy atrasada también. Hay
allí lo que parece un hombre-mono prometedor; se mantiene muy bien
erguido, tan bien como nosotros, y tiene los hombros anchos y la cabeza
levantada. Pero cuando se vuelve, es una desilusión. Apenas si tiene
capacidad craneana, y su cara es de gorila. Y su vocabulario es casi el
de un gorila también, unas veinte o treinta palabras, imagino. Sus
pedernales son patéticos, sencillamente patéticos.
-No parece que haya adelantado demasiado-dijo Padre, frotándose las manos
con satisfacción.
-Tengo mis dudas-aceptó Tio Ian, y continuó-: No, en Africa hay que ir
hacia el norte. Alli hay caza fácil, comida fácil, mucha agua por todas
partes. Al principio hay espesos bosques en los que hace un calor
infernal; por cierto que allí la gente esta desarrollando pieles
negras...
-¡Qué idea más extraordinaria! -exclamó Padre-. ¿Por qué?
-Creen que protegen mejor del sol y que les camufla mejor entre los
árboles-dijo Tío Ian.
-Pues están cometiendo un error muy grave-dijo Padre . De eso nada bueno
puede salir. El único color de piel humana aceptable es el marrón oscuro
el caqui... el color de la tierra, el color de los leones. Yo esto lo
considero definitivo desde un punto de vista evolucionista. ¡Seguro que
me dirás ahora que te encontraste con alguna especie de homínidos que
están desarrollando pieles blancas!
Cuando se apagó la oleada de risas despertadas este comentario, Tío Ian
continuó su narración.
-No os riáis tanto-dijo-: hay climas y climas. Pasados los bosques
tropicales, se llega al Sahara ¡que es un paraíso! Es una tierra
maravillosamente verde y ondulada con grandes ríos e incontables arroyos
de agua pura, llenos de peces. Maravillosas montañas, cubiertas de
robles, hayas y fresnos. ¡Y pastos! Lozana hierba hasta perderse en el
horizonte, salpicada de flores de todos los matices. Cebras, caballos,
antílopes, ovejas, toda clase de ganado. Rebaños innumerables.
-¿Y hordas? -preguntó Padre.
-Sí, la especie está bien establecida, Edward. Los territorios de caza
están muy bien delimitados, aunque de vez en cuando surge algún lío. Pero
hay suficiente para todos y aun sobra. Vete al norte, joven -añadió,
volviéndose hacia Oswald, cuyos ojos relampagueaban-. Hay una nueva vida
esperando a ti en los grandes espacios abiertos del Sahara. Estuve a
punto de quedarme allí. Pero al final no lo hice, seguí.
"Al poco tiempo llegas al lago más grande de todos, un lago mucho mayor
que todos los de Africa que corre de este a oeste y parece cerrar el
camino. Pero yo fui hacia el oeste a lo largo de la costa de ese lago,
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donde viven muy cómodamente hombres-mono sólo de mariscos, hasta que
llegué a un sitio entre el lago y el océano salado en el que el sol se
oculta. Allí hay mucho tráfico, de mamuts, lobos y osos que van al norte,
y de hipopótamos y jirafas, leones y Dios sabe cuántos animales más que
van hacia el sur. Europa se está poniendo para ellos demasiado fría. Yo
noté claramente el frío en mi propia piel cuando crucé los Pirineos, y vi
más nieve allí que en el Monte de La Luna. Y si miras hacia el norte ves
el hielo, millones de toneladas, bajando...
-Sí, sé lo que es una era glacial -dijo Padre sombrío-. El problema es..
¿cuál? ¿Gunz? ¿Mindel? ¿Riss o Wurm? Es muy diferente, sabes.
-Yo no sé-dijo Tío Ian-. Yo sólo sé el frío que hacia. Entré en los
valles del Dordogne y encontré renos por todas partes.
-¿Qué son renos?-preguntó Oswald.
-Es un venado hecho de modo que pueda aguantar temperaturas
extremadamente bajas-dijo Tío Ian-. Según me dijeron, los renos andan
corriendo por todas partes y los neandertales corren tras ellos.
-¿Otra especie de homínidos?-preguntó Padre, muy interesado.
-No estoy tan seguro respecto a lo de homínidos -contestó Tío Ian-. Son
una especie notable, de todos modos. Distinta de nosotros, desde luego.
Tienen mucho pelo, son peludos como cabras gigantes; ¡y buena falta les
hace con el viento helado de allí! No son muy altos; pero tampoco es que
sean diminutos; yo les llevaré una pulgada o dos, lo que es una ventaja.
Son de pecho muy ancho y caminan más como los monos que nosotros, con las
rodillas dobladas y apoyándose en los lados exteriores de los pies como
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